Tarde de domingo, sol y fútbol. Buena combinación para disfrutar de un día libre. Ir a la cancha o verlo en casa. Gran dilema cuando se es visitante y las entradas no abundan, aunque sí las filas y los empujones para conseguir alguna entrada que, vale aclarar, ya no es nada barata. Pero decididos, todos los hinchas de ambos clubes argentinos se dispusieron a mirar el partido. Los de acá y los de allá, los que van y los que no; y, ¿por qué no?, otros hinchas que quieren saborear algo de fútbol.
Buen juego hubo en el Monumental. Buen resultado también. 90 minutos, 5 goles, 1 posición adelantada, 1 tanto en contra, estadio repleto. Buenos números, aunque no para el Rojo. Este Rojo vino vapuleado y con hambre de gloria. Salió a la cancha con ganas de demostrar que no está muerto quien pelea y Pacheco ilusionó con jugadas a cada diablo/a que ansiaba gritar el primer gol del encuentro. Pero la ilusión duró poco y nada. Nueve minutos tardó este pibe de apellido doble en romper aquella ilusión de cantar primero. Después, mucho toque y poca vuelta para darle nuevo rumbo al ataque visitante. Un mediocampo complicado abrió el interrogante en la gente que pedía seguridad en los pases, “¿Gracián estaba bien?”. Sí, señora; sí, señor; pero aparentemente Almeyda hizo de las suyas y lo pudo anular. De defensa hacia delante volaron las pocas pelotas que el Rojo manejó. TOQUE, pedía Garnero, abrir el juego. CREAR. Pero desde el vamos fue una tarea complicadísima al no tener el balón en los propios pies.
Silvera y su golazo reavivaron el fuego; pero mientras la campanilla volvía a su lugar, tras haber gastado gran parte de la voz en festejar tremendo gol, otra vez el mismo pibe, pero esta vez con un pie más adelante, dejó pasmada a la tribuna roja. Y si algo más faltaba para cantar el bingo del primer tiempo, fue Ferrari anotando a los 25. Y ahí sí, se dio vuelta la hoja y crecieron los rezos para que el segundo tiempo culminara con un resultado distinto de este que nada gustaba a los de Avellaneda..Pero tampoco fue así.
Nico Martínez entró en el lugar del Tano y recuperó por el medio; Parra intentó por abajo en la delantera pero algunos en la tribuna comentaron que les hubiera gustado verlo con el Pacheco que se acercaba tanto al área. A su lado, Silvera hizo lo que pudo y se quedó con ganas de meter otro y desahogar. Sin embargo, fue Mancuello el que volvió a besarse la camiseta, esta vez, por besarsa nomás. El gol le fue dado a Carrizo, que la metió con su parietal izquierdo directo al arco. 3 -2 señores. El segundo tiempo voló. Así como esa ilusión que tan fuerte repicaba en la cabeza 90 minutos atrás. Será hora, entonces, de ver cómo se podrá mejorar para enfrentar a Argentinos por la Copa en tan sólo cuatro días; y por qué no, de paso, reacomodar el equipo para recibir a Arsenal el próximo domingo. Tal vez, vaya creciendo de a poco esa vieja idea de hacerse fuerte de local.
CELESTE RODRIGUEZ
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