Ya pasaron seis años de aquel frío 2 de agosto de 2004 y todavía no lo puedo creer. Me sigo despertando por la mañana pensando que fue una pesadilla y que en el correr del día nos vamos a volver a juntar para hablar de fútbol, de los amigos de la barra o de la vida.
El Pato Pastoriza fue un ícono para todos nosotros y sólo como referente dentro y fuera de una cancha de fútbol, donde con su estilo estableció una marca registrada. También fue un tipo especial, de los que rompen el molde cuando nacen; de esos que son muy difícil de encontrar en el camino y que al abrirte su corazón de amigo, sentías que recibías una bendición del destino.
En un mundo cada vez más desgastado por el egoísmo, los intereses y las miserias humanas, el Hombre era un ejemplo de generosidad. Defensor de los códigos sagrados de la amistad e inquebrantable servidor de los valores más importantes de la vida.
En todos lados donde anduvo dejó su recuerdo que florece con una sonrisa inevitable. Porque era un tipo querido. Hace muy pocos tiempos fui diez días a dar unas charlas a Venezuela, y todos me decían algo lindo de Pastoriza. Allí le reconocen todo lo que hizo por el fútbol de ese país, pero más allá de ello, todos guardan un concepto muy lindo de sus cualidades como tipo.
Y eso me pasa en cada lugar que recorro. Cuando fui a dirigir a Almagro y más tarde a Deportivo Armenio, era inevitable que su figura apareciera en cualquier charla. Y para mí es un orgullo poder citarlo como maestro cuando me dirijo a un plantel. A los jugadores les encanta escuchar conceptos que uno recibió de un maestro como el Pato y, adonde voy, dejo en claro que voy a seguir sus pasos y a respetar su estilo.
Hace poco tiempo leí en un reportaje (de Diario Popular) algo muy lindo que dijo Julio Grondona. Después, me lo reiteró personalmente: “Si Pastoriza no se moría, el técnico de la Selección después de Basile hubiese sido él”. Un detalle que no deja de ser un orgullo para todos los que estábamos a su lado. También fueron muy emocionantes los homenajes que se le tributaron al equipo campeón de América y del Mundo a finales del año pasado, cuando se cumplieron 25 años de aquel inolvidable partido frente a Liverpool.
Fueron dos reuniones en las que nos reencontramos la mayoría de los integrantes del plantel para revivir los pasajes más fantásticos de todo lo conseguido en 1984. También estuvo Javier, el hijo del Pato, que pese al dolor de una ausencia que nunca podremos curar, sigue inflando el pecho orgulloso por todo el afecto que ha sabido cosechar el viejo.
Para mí es una satisfacción personal saber que puedo seguir desparramando la semilla futbolística que el Pato Pastoriza nos entregó con una forma de mirar el fútbol, de jugarlo y de vivirlo. Aprendí a su lado todo lo que sé y me deslumbra saber que todo lo que él decía sigue teniendo una enorme vigencia; el fútbol del Pato sigue vivo. Por todo eso, no tengo más que palabras de gratitud: ¡Gracias Pastoriza! y hasta cada momento.
HORACIO CIRRINCIONE
EX AYUDANTE DE
CAMPO DE PASTORIZA.
"DIARIO POPULAR"
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