Los dos se jugaban mucho. Ninguno podía dejar pasar otra oportunidad de acercarse a los punteros y mantener así intactas las chances de salir campeón. Tenían la obligación de ganar para no quedar demasiado relegados en la lucha por el título. Ni siquiera les servía el empate. El Rojo fue al Nuevo Gasómetro con esa ilusión, acompañado por una multitud que copó la popular visitante y alentó sin parar durante todo el encuentro.
Era una tarde hermosa de sol y la cancha lucia preciosa para jugar al fútbol. Para que once muchachos salgan a copar la parada en campo ajeno, ser protagonistas (no actores de reparto), llevarse al rival por delante, bailarlo, golearlo, tocarle la pelota y, jugando así claro, sacar chapa de serio candidato.
Eso fue lo que hizo Independiente. Seguramente en su mejor partido del torneo, sacó a relucir todo su potencial y logró quedarse con los tres puntos que le permiten soñar con dar la vuelta olímpica. El equipo demostró que tiene hambre de gloria, que quiere quedar grabado en la memoria del hincha, que sabe como jugar los clásicos y que quiere dar pelea hasta el final.
El conjunto que dirige Américo Gallego tuvo un domingo redondo, no sólo porque lo ganó de principio a fin, sino porque también el Tolo acertó con los cambios y, según palabras de él: “por fin los jugadores le hicieron caso en todo”. El Rojo jugó como un verdadero grande y lo pasó por arriba a San Lorenzo. Dejó una muy buena imagen para lo que viene y sólo habrá que esperar que el equipo logre lo que todavía no pudo lograr: regularidad en su funcionamiento.
Hubo mucho sacrificio, compromiso, compañerismo, un muy buen juego colectivo, sociedades que funcionaron a la perfección e individualidades que marcaron la diferencia. Siempre fue más que su rival, propuso e intentó todo el tiempo y golpeó en el momento justo. Aprovechó las falencias de su rival y esta vez, supo cerrar al partido a tiempo y no pasar sobresaltos.
Algo cambió en la cabeza de los jugadores y en eso tiene mucho que ver el técnico. Todos, parece que se dieron cuenta de cómo se deben jugar los partidos en este tramo del campeonato y que ya no se pueden cometer errores. Cada cotejo es una final y el que se equivoque menos será quien se quede con toda la gloria. Para eso, hay que salir a “comerse” al rival, estar concentrados durante todo el partido y aprovechar las situaciones que se presentan. Los jugadores entendieron el mensaje del entrenador y brindaron una cátedra de fútbol. Hubo elaboración de jugadas, triangulaciones, manejo de balón, relevos bien hechos, aprovechamiento de los espacios y mucha autoridad para ser el único equipo dentro del campo.
Gabbarini demostró que atraviesa por un muy buen momento: sobrio, seguro, atento, decisivo en varios pasajes del encuentro. Le sobra nivel para ser el arquero del Rojo. La defensa funcionó muy bien, con un Tuzzio que se acomodó rápido y bien como lateral derecho; Matheu y Galeano estuvieron impasables por arriba y por abajo e incluso muchas veces salieron con mucha categoría con la pelota en sus pies. Mareque disputó un encuentro magnífico, espectacular, descomunal, soberbio. A mí entender fue el mejor jugador del partido. Quitó, anticipó, marcó, tuvo un gran despliegue y subió con mucho criterio cada vez que lo creyó conveniente. Volvió a ser el gran marcador de punta que pensamos que es.
En el mediocampo se destacaron Busse y Mancuello por sus idas y vueltas constantes. Siempre fueron la rueda de auxilio que necesitaban los demás. Inquietaron todo el tiempo a sus marcadores y se cansaron de desbordar y tirar centros. Acevedo y Piatti no tuvieron un gran partido pero no dejaron de ser importantes en la recuperación y generación de juego.
Adelante, Gandín volvió al gol y exigió siempre a los defensores rivales. Silvera demostró una vez más la clase de jugador que es. Tuvo una excelente tarde, pivoteó, arrastró la marca, recuperó pelotas y dio dos asistencias de gol para que Gómez y Núñez convirtieran. El “Cuqui” es un delantero distinto, con oficio, generador de espacios, inteligente, hábil. Por algo es la referencia de área del equipo y una pieza clave del esquema del Tolo. Sólo le faltó el gol.
Los cambios dieron sus resultados: Vittor cumplió una muy buena tarea reemplazando a Acevedo; Gómez (por fin pudo convertir) aprovechó su velocidad y gambeta para desacomodar a los rivales y Núñez se asoció muy bien con Mancuello y Silvera y se dio el lujo de sentenciar el cotejo.
Ahora se viene Banfield al Libertadores. El sábado no hay margen para error y, más que nunca, el equipo debe jugar de la misma forma que frente al Ciclón. Con ambición, garra, temperamento y protagonismo. No será un rival fácil pero no imposible de vencerlo. Ellos llegan agrandados y nosotros también. Hay que hacerles sentir la localía y alentar como nunca porque será un partido jugado a muerte. Ojala el resultado sea positivo y, más allá de la victoria que anhelamos todos, el equipo vuelva a desplegar el buen fútbol que nos regaló el último domingo. Porque jugando así vamos a tener más alegrías que tristezas. Por el momento, en el Nuevo Gasómetro el pasado fin de semana el Rojo fue: “torazo en rodeo ajeno”.
Por CESAR CACERES
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