Cuando parecía que las esperanzas de luchar por el título se esfumaban, un cabezazo salvador de Tuzzio le devolvieron la alegría y la sonrisa al pueblo rojo. Es que faltaban solamente tres minutos y las chances de acortar distancias con los punteros, se hacía cada vez más difícil. El partido se iba, el empate parecía sellado pero llegó la última bola de la noche y con el salto del defensor saltamos todos para cabecear esa pelota. Fue una victoria trascendente frente a Gimnasia, es un envión vital en la tabla de las posiciones pero el juego del equipo fue muy pobre.
Independiente está a seis puntos de los líderes y todavía sueña. Eso, claro en los números. Porque si es por el juego, por la actitud, por la ambición, por el compromiso, ni siquiera debió empatar. Se le ganó a un plantel muy pobre, que así y todo, jugó mejor, planteó muy bien el encuentro, tuvo sus oportunidades para abrir el marcador y mereció llevarse la victoria de Avellaneda.
Pero, ¿con qué nos quedamos? ¿Con el triunfo agónico o con lo mal que se volvió a jugar, que preocupa y mucho? Creo que con las dos cosas. Los tres puntos obtenidos fueron vitales porque nos permiten estar ahí de los punteros y, sin ser menos que nadie, nos ilusiona con poder dar batalla hasta el final. Ahora vienen partidos claves ante rivales directos por el título y, si se dan algunos resultados, nos tendrá expectante hasta la última fecha. Además, es tan parejo el torneo que si ganas dos o tres partidos seguidos te prendes de nuevo. Esto por Avellaneda no pasa hace mucho. Los jugadores y los hinchas lo saben. En otros encuentros Independiente mereció por lo menos empatar y no lo logró. Esta vez, la historia fue distinta.
Pero lo que más me inquietó fue nuevamente lo mal que jugó el equipo. Regaló casi todo el encuentro, no fue protagonista, no generó situaciones de gol, no hubo juego asociado, los delanteros casi no la tocaron y se falló en los últimos metros de la cancha. En defensa, más allá de alguna que otra distracción, no pasó grandes sobresaltos. Claro está, que si Gimnasia convertía una de las cuatro situaciones netas que tuvo, el desarrollo del encuentro hubiese sido otro.
El mediocampo estuvo impreciso. Fue superado por el rival y nunca le encontró la vuelta al partido. Los delanteros pasaron casi inadvertidos todo el cotejo. No hubo un conductor que lleve al equipo para adelante, que lo haga jugar, que distribuya el juego, que maneje los tiempos. Piatti, quien jugó un partido aparte, no fue el de otros partidos y se sintió.
El “Tolo” deberá trabajar mucho en la semana para corregir los errores que se vienen cometiendo desde hace varios encuentros. Los jugadores parecen estar dormidos, sin rebeldía, sin confianza. Atrás quedaron los grandes triunfos como ante Racing, River, o la gran remontada frente a Vélez. Es importante ganar pero también jugar bien. Porque si uno juega bien, lo más probable es que a la larga se consigan buenos resultados. Pero haciéndolo de la manera que se vienen disputando los últimos encuentros, lo más lógico es que nos quedemos con las manos vacías.
Era un partido chivo y había que ganarlo como sea, dicen algunos. ¿Cómo sea? Todavía quedamos los que pregonamos el buen trato de la pelota, la cabeza levantada para dársela a un compañero, la creación dentro del campo de juego de las pequeñas sociedades y el mantener un estilo de juego. Pero parece que a Independiente esas cosas todavía le faltan.
Quedan seis fechas y todo está por verse. El próximo domingo se viene San Lorenzo. Un equipo que llega golpeado por la eliminación de la Copa Sudamericana pero que en el ámbito local todavía tiene chances. Será un partido complicado, difícil, trabado y seguramente jugado a muerte. Ojala que el Rojo recupere la memoria del buen juego que supo desplegar en algunos encuentros.
Y si los resultados no se dan en este torneo, que logre ingresar a la próxima edición de la Copa Libertadores o sumar la mayor cantidad de puntos posibles para que en el siguiente campeonato no estemos mirando la tabla del promedio. La ilusión de los jugadores y de los hinchas por salir campeón están intactas. Matemáticamente estamos ahí, pero a nivel juego falta mucho por mejorar. Se debe trabajar y corregir los errores para no volver a cometerlos. Falta algo muy difícil de conseguir y se llama regularidad. Confianza en el técnico y en los muchachos, sobra. Por ahora, Independiente vive.
Por CESAR CACERES
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