lunes, 2 de septiembre de 2013

LAS DOS BARRAS AGREGAN FUEGO

Los hinchas siguen muy enojados con Cantero y los jugadores. Las bandas de “Loquillo” y “Bebote” se amenazaron en plena cancha.

Para el Diablo. Los hinchas de Independiente despidieron al equipo con insultos y silbidos. Al término del partido no hubo incidentes por muy poco.



Desde la Garganta del Diablo , en esa esquina donde se ubican fanáticos y periodistas, se escuchan gritos que exteriorizan la impotencia de ya no ser, la angustia de sentirse cada vez más un equipo de la B Nacional. El partido termina, y sucede lo impensado. Las barras de Loquillo y Bebote Alvarez, esas que se desafiaron de norte a sur, se unen por primera vez en un cántico con los hinchas. Todos, les clavan la puñalada a los jugadores, les exigen que transpiren la camiseta, o sino que se vayan ...

Independiente cada vez está más desteñido, es un grande caído en desgracia, está en la lona, y ni la gente puede levantarlo. Los tipos del tablón gritan que da calambre, pero no hay caso: los de adentro no se contagian. Entonces, como no escuchan, aparecen las banderas, el mensaje se hace leyenda: “Fue peor el remedio que la enfermedad”, dice un trapo blanco con letras negras que cuelga en la entrada del hall presidencial. Javier Cantero ni aparece, un grupito de agitadores lo espera. Quieren hacer justicia por mano propia. Se enfrentan con la Infantería. Quieren entrar a los vestuarios. Pero son pocos. Los socios, cabizbajos, escapan rápido de esa caldera.

Cuando se enteran que el micro de Independiente va a salir por el acceso de la popular norte baja, hasta los más nerviosos empiezan a evacuar el playón. Pero las amenazas siguen latentes, hasta en las camisetas de sus hinchas. “Ascender no es ningún mérito, es una obligación”, dice una remera de un gordito, que está lleno de bronca. A su lado, otro que hace catarsis se lamenta: “La idea era que nos gasten por tener que ganarle a Brown de Adrogué y no por esto ...”.

Mientras los hinchas se van yendo, se escucha un “volvé Bocha”. Ricardo Bochini se retiró en el ‘91, no pudo hacer pie como técnico, ni como asesor, pero la desesperación no sabe de fechas. Muchos perdieron noción del tiempo. Y del espacio.

“Es un momento muy malo, el equipo no anduvo bien, el empate es como una derrota. Me preocupa que al equipo le falta juego”, dice Bochini, en voz baja, a la pasada.

Lo rodean pocos. El foco es ametrallar a insultos a Cantero y a los jugadores. Todo la bronca que se guardaron durante el partido, explota en el epílogo. Eso sí, hay un detalle que llama la atención: ya ni se bancan a Montenegro, que volvió a escuchar insultos y murmullos, como aquella vez cuando le gritó un gol al Rojo jugando para River. Sólo aplauden a Tula.

Una hora después del final, en las tribunas quedan las dos barras que se bombardean una a otra. Quieren el poder. El plantel sale en fila india, en silencio. Inexpresivo, tanto como en la cancha.

CLARIN

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JELUZ