El miércoles pasado, gracias al Diablo, hubo una verdadera fiesta. Volver a casa fue una experiencia realmente emocionante que, por suerte, se vio coronada con un triunfo.
Pero en lo estrictamente futbolístico hay un mensaje, una “segunda oportunidad” que nos da el destino: PROHIBIDO DESCUIDARSE. Que pudimos cerrar el partido con un 4-1 o incluso más, no hay duda. Pero que Colón, con diez hombres, estuvo a un tris de la hazaña, en una jugada en tiempo recuperado que nos cortó la respiración a todos... eso, fue casi un hecho. Del que hay que inexcusablemente tomar nota, para que nada similar haya de repetirse.
Como aquel contra Chacarita, el de hoy podría concebirse a priori como un partido fácil. Sería un error fatal. Como también lo sería, en caso de estar arriba en el marcador, no seguir jugando a fondo para ampliar la diferencia. Y esto lo digo más alla de la controversia entre “juego bonito” y “resultadismo”. Si Independiente quiere afirmarse en la posesión de los tres puntos, no puede especular, porque, como ya el mismísimo Gallego lo reconoció, no sabe hacerlo. Cuando lo hace, o cuando se ve forzado a retroceder, el desenlace suele no ser muy positivo que digamos...
Este encuentro es tanto más importante cuanto que, de ganarse hoy y contra Gimnasia, nos esperan dos rivales directos por la obtención del campeonato: San Lorenzo y Banfield. Hay que llegar a los mismos afirmados en nuestras posibilidades, y, si se puede, punteros. No es imposible, pero eso exige la mayor concentración durante los noventa y tantos minutos de juego.
No hace falta deslumbrar, basta con orden, precisión y desequilibrio en los metros finales. Independiente puede hacerlo.
P.D.: imposible no repudiar, aquí, la cobarde agresión al Negro Cáceres que, en estos momentos, está peleando por su vida. Sólo cabe esperar que, gracias a su fortaleza y a la intervención médica, logre superar este trance. Y, por supuesto, que haya justicia. Fuerza, Negro.
JMS
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